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Nota: La serie Obra Negra fue presentada originalmente con el nombre Topografía próxima, motivo por el cual me refiero a esta serie con aquel título.

La serie se realizó entre los años 2004 – 2006 y este fue el texto de sala para su presentación en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo en el año 2006.

El horizonte inconcluso (o del futuro como una inmensa “obra negra”)

¿Por qué la ciudad? Porque es el tema por antonomasia de la fotografía. La fotografía sólo puede serlo de la ciudad, porque la fotografía depende del mundo, sin él no puede haber fotografía. En esto momentos, la única realidad es la ciudad.

Manolo Laguillo

La arrogante declaración del fotógrafo ibérico (Madrid, 1953) es fácilmente discutible pero el material reunido en esta exhibición es contundente, o mejor dicho acusa un cinismo que puede traducirse como la pesadilla de la planeación urbana en México. En la última década hemos presenciado la expulsión que las megalópolis (un ejemplo, el corredor Distrito Federal – Nezahualcóyotl – Ecatepec – Naucalpan) han aplicado a los nuevos conjuntos habitacionales, desafiando toda coherencia urbanística y expandiendo los límites de las ciudades a territorios hasta hace poco ajenos a lo urbano. El resultado es una lenta e indiferenciada homogenización del paisaje nacional cuyo orden y distribución facilitan la creación de espejismo de bienestar, de prosperidad.

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La simetría y discreción de estos aglomerados urbanos oculta su poca disponibilidad para el bienestar de sus habitantes, confinados a espacios que si bien cuentan con todos los servicios (o contarán con ellos en algún momento) difícilmente pueden asegurar un nivel sostenido de calidad de vida, y esto sin considerar la influencia que estos microhábitats ejercen sobre la psique comunal, familiar e individual. En la carrera por objetivar la capacidad de generar un patrimonio heredable (que sobreviva, al menos, hasta la generación siguiente) el confort y la privacidad se sacrifican bajo la promesa de espacios ampliados y asignaciones territoriales (siempre al interior, por supuesto) cada vez más específicas.

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Es aquí donde la autoconstrucción juega un papel clave en la supervivencia de los inquilinos. Por encima de las normas impuestas por los arquitectos al servicio del “interés social”, quienes aplican un política federal que constriñe y regatea el espacio vital digno de cualquier ciudadano, los habitantes añaden, yuxtaponen, dislocan y manipulan de tal manera el espacio legalmente asignado (a pagar en interminables mensualidades) que el rendimiento de las zonas útiles crece exponencialmente hasta satisfacer necesidades por completo subjetivas, donde las modificaciones (producto de la “ignorancia” o la “improvisación”, según los entendidos) responden a una poética del espacio cotidiano que recién ha sido investigada por las ciencias sociales.

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Con Topografía Próxima Diego Pérez se suma al espíritu de investigación que una nueva generación de artistas visuales de nuestro país, específicamente fotógrafos, ha desarrollado para colocar en el debate público la experiencia de la vivienda urbana contemporánea. Nuestro autor ha optado por una interpretación minimalista de esa realidad, develando la ausencia de los discursos arquitectónicos actuales en el desarrollo urbano localizado fuera de la metrópoli, el territorio por excelencia donde la reinvención y la experimentación sólo pueden ocurrir. En ese afuera, Diego Pérez también se ha dado a la improbable tarea de atestiguar el fracaso de muchos de estos proyectos “civilizadores” a lo largo de la República Mexicana, ahí donde el problema no es construir un hábitat sino sostenerlo, literalmente.

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La distopía que Pérez ha cartografiado con rigor no está exenta de un entusiasmo por la reconciliación final entre la ruina posmoderna y el ecosistema donde fue insertado. Cómplice de una venganza sorda y lentísima, el fotógrafo nos ofrece un panorama donde el parámetro habitacional de nuestro días (diría un amigo: “la casa Geo que todos llevamos en la cabeza”) nos ofrece opciones limitadas: o se deforma para subsistir o se abandona para evitarnos la vergüenza de reconocer que no toda construcción hace suburbio.

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Irving Domínguez, en la Ciudad de México, Julio del 2006, año de la incertidumbre como síntoma de madurez.

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